Ya Josefina me advertía sobre los peligros que encierran los lápices puntiagudos cuando los empleas para declarar mentiras.
Pero como siempre, como mejor me sale, no le hago caso.
Te lo serviré para almorzar.
Lo cocinaré en un anafre viejo.
Saldré a tu pequeño patio
con mi ojo servido en espagueti.
Ojos para la cruda.
Mi ojo para el dolor de -tu- cabeza.
Jessica
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